Me debatía un poco entre ser informativa sobre todo el que tenga un dudas sobre asistir a Psicoterapia o ya esté asistiendo y esté experimentando distintas sensaciones en su andar en esto de tener psicoterapeuta, y compartir con ustedes un poco de mi experiencia personal; entre hablarles desde testigo de mi profesión o como una paciente más… Supongo que se puede hacer un buen compilado de ambas, intentémoslo.
En mi caso al ser estudiante de Psicología en mis tempranos 20, los profesores cada uno a su manera remarcaban la necesidad de asistir; en primer lugar porque muchos querían encontrar en las distintas clases claves para entender y siendo aún más ambiciosos, resolver sus conflictos personales. Otros que dejaban ver sus expectativas de poder determinar con la autoridad de la Licenciatura «lo normal», «lo malo» y «lo loco» en la gente en general (pobre de sus pacientes); los deseos de cura, la soberbia y la omnipotencia del terapeuta con frecuencia interfieren con el trabajo terapéutico en sí, decía (Papá) Freud. Es esta una de las mejores razones que con el tiempo descubrí aportaba más a mi carácter de profesional en la salud mental, no embargar el espacio y contenido psíquico de mi paciente con el mío. Por supuesto no puede quedar por fuera la fantasía esotérica de saber y adivinar con antelación la vida a los otros por como se sientan, miran o cualquier otro gesto simple, que sólo puede ser interpretado según la particularidad de la historia personal del paciente y dentro del encuadre terapéutico por respeto al mismo.
De todas estas razones por las cuales un estudiante de psicología se invierte a estudiar todo esto; me incluyo, muchos lo hicimos por todas las anteriores; lo esencial fue que cada uno en el camino fue resolviendo, descartando, discriminando y los muy afortunados que seguimos aprendiendo de la psicoterapia y de nosotros mismos como terapeutas nos encontramos con que hay tres elementos fundamentales para crecer y prestar un espacio al paciente que no le haga daño y que le permita crecer; aprender (estudiar), supervisarse (feedback de otros colegas sobre el propio trabajo) y hacer terapia (pensar en la privacidad, neutralidad y libertad de la propia terapia, nuestros conflictos).
En lo personal, no ha habido espacio más trascendente para mí que el diván de mi analista; hay muchos tipos de enfoque psicoterapéuticos, el que yo elegí es el de Papá Freud, el psicoanálisis. Por ello el terapeuta se llama Analista y uno se desarma a pensar en un diván, después de haber conversado un poco de todo con el terapeuta frente a frente y decidir junto a este cuando pasar a diván. Pero lo que realmente quería comenzar a contarles con esto es que toma tiempo hallar ese lugar de libertad, respeto y acompañamiento que un terapeuta con buen vínculo produce en un paciente.
- Un terapeuta se vuelve un ente reparador, un ente de características buenas, bondadosas y con quien uno suele estar constantemente agradecido. Es común que al terapeuta se le atribuyan las mejores descripciones, puede ser por idealización o porque ese espacio que brinda termina estando asociado a tantas cosas conciliadoras, que quien lo brinda termina siendo visto como un semi Dios.
- Un terapeuta puede sentirse rígido al principio, incluso si pese a su idiosincrasia logra sostener este elemento frente a su paciente, esto deja de sentirse como distancia o superioridad del terapeuta si no como respeto y cuidado de la psique del paciente.
- Uno con frecuencia puede debatirse entre entender esto de la terapia como algo formal, como algo profesional, como llorar en el hombro de un amigo, como ir a confesarse con un padre, como dejarse condenar por un juez, como ir a declararse ante un gran amor, como filosofar sin aparente sentido; en fin, se viven muchas sensaciones y esas cuatro paredes pueden llegar a sentirse como muchos escenarios a la vez; el asunto es que todo esto será producto de las proyecciones que fuimos a plasmar en ese sitio y la habilidad y empatía con la que el terapeuta nos los haga saber. Este sitio, es para expandirse, encontrarse y al finalizar el tiempo recoger y reincorporarse a lo demás que veníamos haciendo. Toma tiempo y práctica desarrollar esa flexibilidad psíquica pero les aseguro que sus frutos son incontables.
- Es muy común que hayan resistencias incluso más poderosas que las que uno cree poder manejar para por fin asistir a una consulta y más para continuar asistiendo. Pasa mucho que se pide la cita y se olvida o se confunde la fecha o la hora, se pide la cita más de dos o tres veces e igual por uno que otro motivo uno no va; quienes lo tengan un poco más claro reconocerán el temor, las expectativas, la ansiedad de la anticipación, de la espera; realmente todo el proceso previo a asistir está repleto de fantasías muchas de ellas catastróficas, ansiedades y angustias. Pero cuando se quiere, puede que tome tiempo pero eventualmente se llega.
- Muchas veces vamos empujados, obligados o incluso amenazados por algún ser querido y la culpa que nos genera lo que sea que sucedió; sintiéndonos responsables, pensamos que yendo a una cita lograremos saldar un poco la deuda con ese ser querido o sanar un poco la herida causada. Esto no nos llevará más allá de un par de citas, donde usualmente le explicamos al terapeuta visto tal cual juez, que lo sentimos, que no volverá a suceder y en ocasiones hasta que ese ser querido puede que se lo haya tenido merecido.
- Cuando estamos empeñados en llevar a un conocido o ser querido a terapia porque «lo necesita» o nos la pasamos recomendando terapia a todo el mundo aunque sólo hayamos ido un par de veces o ninguna; lo que prevalece allí es nuestro propio deseo de ir pero también temor a lo que allí se puede encontrar; que otro vaya por nosotros jajajaja; si los otros se curan yo me veré beneficiado (razonamiento curioso de quienes hacen esto).
- Así como es fácil confundir el consultorio con el confesionario o con el banquillo de los acusados; también es muy común confundir al terapeuta con papá, mamá, pareja, hijos, abuelos, jefes, compañeros de trabajo y pare de contar y asimismo, desarrollar hacia este todo tipo de sentimientos; envidia, rabia, deseo, admiración, etc. Esto para cualquiera que se haya visto en terapia confundido, desarrollar este tipo de sentimientos hacia el proceso o hacia el terapeuta es Parte del Proceso; un terapeuta Preparado (en función de los 3 elementos fundamentales que nombré anteriormente), le hará notar que está teniendo este tipo de Transferencia y le ayudará a indagar a que parte de sus conflictos esto pertenece. Fuera de este proceder, entonces la relación terapeuta paciente se verá perdida y pervertida.
- Hay algo muy satisfactorio en descubrir que la relación con el terapeuta tiene muchos tintes, que uno puede acudir a esta para guía, que este es un sujeto que sabe mucho, quizás no todo lo que uno necesite o quiera pero hay mucho que podrá aportarnos; sobre todo su escucha; ese aspecto es invaluables y con el tiempo como pacientes se sabe que sin importar cuanto pagues por una cita esa escucha no se equiparará al monto pagado.
- El efecto terapéutico de todo esto se basa en gran medida en la alianza que se arma entre uno y el terapeuta; no hay tal cosa como quedarse detrás de la vidriera y admirar la magia que hace el profesional sin involucrarse. Además que uno cuando va a terapia no busca una conversación unilateral o una clase magistral; puede que uno se vaya complacido un par de veces si sucede algo así; pero a la tercera uno comienza a demandar contacto, vínculo pero sobre todo recibimiento y escucha y si el terapeuta no logra brindar esto, podrá sonar como el sabio más grandioso pero las ganas de seguir asistiendo se irán desvaneciendo. Allí cada quien evaluará el tipo de atención que fue a buscar y si qué hacer con la que recibió.
- Finalmente (por ahora), uno descubre que es multidimensional como la más complicada película de Christopher Nolan y no estoy segura si este hace suficiente buen ejemplo de ello para ayuda a hacerse una idea. Uno encuentra que existe, siente, vive y actúa en distintos niveles y estos están activos todos a la vez. Que antes de saberlo uno funcionaba en disparidad, ahora sabiéndolo uno queda bastante trastornado y preguntándose como coordinar tanto contenido; pero luego se va entendiendo que «control» no es una opción ni sana, ni probable; se va entiendo de compasión, de empatía, de aceptación; todo eso que uno quiere pedir al terapeuta que sienta hacia uno, uno lo va sintiendo por uno mismo.
Hay un momento en el que el terapeuta dirá algo sobre tí que te hará sentir como venado cegado por las luces de un auto; expuesto, encontrado, vulnerable; si logras apreciar que te sientes así porque pudo ponerle palabras a algo que no sabes como pero sabías que estaba por ahí y es así como lo está diciendo; entonces allí es allí donde comienza todo a cambiar.
Entonces puede que se me hayan colado muchas palabras o formas descriptivas de la figura de terapeuta que también ejerzo, pero lo que quise compartir con ustedes es lo liberador y reconciliador que se puede llegar a sentir ser paciente con un terapeuta adecuado y llevar un trabajo de psicoterapia de verdad.
Infórmense, consulten con conocidos que tengan experiencia, asistan a par de entrevistas con más de un terapeuta si hay más de uno que les llame la atención y sepan que todo lo demás lo encontrarán una sesión a la vez. Les deseo la mejor experiencia.