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Ciclos

Hay quienes les encanta dejarlo todo y retirarse, sin cerrar la puerta.

Dejar la puerta abierta significa no querer enfrentar el escozor de una historia finalizada.

Irse sin mirar atrás y olvidar el despedirse, es querer deslastrarse de la sensación de pertenencia hacia ese capítulo.

Quien se va advirtiendo que nunca cerrara la puerta ante un regreso, devela que quien se está yendo es otro, este se queda probablemente en el mismo sitio donde siempre estuvo.

Se retira el compromiso, el empeño, el esfuerzo; pero no el deseo o el anhelo.

Quien no cierra puertas, tampoco las abre; no le gusta ser dueño de esa responsabilidad.

Caminantes vemos, sus recorridos no conocemos.

El camino abierto, la posibilidad dispuesta, la esperanza eterna.

El adiós es un símbolo que resume aquí esta lo que queda de lo que tenía de ti y por favor dame lo que te quedo de mí.

Mucho más allá que emotivo, decir adiós es un acto confrontador, concientizador;  una manera de traer a la emoción a que haga contacto con la realidad.

En lo personal hallo las despedidas absolutamente exorcizantes,  incluso es de las partes que más disfruto… Creo que debo revisarme eso.

Quien entra sin tocar y sale sin cerrar, está diciendo esto no es mío, yo solo ando de paso.

Cerrar la puerta implica recoger todo lo que es de uno antes de salir, eso obliga a ver qué sirve, que no y que se perdió.

Quien se va sin llevarse nada, tampoco supo que dejaba, mayor la incertidumbre cuando le haga falta.

Quien no cierra puertas, está invitándolos a todos al mismo cuarto, no se mueve, espera al siguiente visitante.

Cerrar es regalarte lo nuevo, aceptar lo perdido en el pasado y seguir confiando en la oportunidad y el riesgo.

Esta puerta hoy se cierra, porque este día hoy termina y este tema hoy no rima.

 

 

 

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